Porque cada pueblo tiene el derecho a la autodeterminación

Antecedentes

El derecho a la autodeterminación de los pueblos es un principio básico en el derecho internacional moderno. Este derecho defiende que, en base al respeto al principio de igualdad de derechos y justa igualdad de oportunidades, los pueblos tienen derecho a decidir libremente su soberanía y estatus político internacional sin interferencias.

El Capítulo 1 de la Carta de las Naciones Unidas establece en su Artículo 2.1 que uno de los propósitos de las Naciones Unidas es el de “desarrollar relaciones amistosas entre naciones basadas en el respeto por el principio de igualdad de derechos y la autodeterminación de los pueblos, así como tomando otras medidas apropiadas para promover la paz universal”.

La Resolución 1514 de la Asamblea General de las Naciones Unidas establece en el punto 2 que: “Todos los pueblos tienen el derecho a la autodeterminación; por virtud de este derecho pueden determinar libremente su estatus político y su desarrollo económico, social y cultural”.

El concepto fue inicialmente expresado en la década de 1860, y posteriormente incentivado por el presidente de los Estados Unidos, Woodrow Wilson. Habiendo anunciado sus Catorce Puntos, el 11 de febrero de 1918, Wilson declaró: “Las aspiraciones nacionales deben ser respetadas; ahora la gente puede ser dominada y gobernada sólo con su propio consentimiento. La autodeterminación no es una mera frase; es un imperativo principio de acción”.

Naciones como Estonia, Letonia, Kosovo, Eslovenia, Quebec o Escocia han ejercido su derecho a la autodeterminación.

Historia

Al final del siglo X, los condados catalanes cesaron su transferencia de impuestos a los reyes francos y, de esta manera se hicieron independientes. El Principado de Catalunya se integró en la Corona de Aragón creando una confederación de formas de gobierno o reinos. En el 1442, comprendía los territorios de las Islas Baleares, Sicilia, Córcega, Cerdeña, Malta, el sur de Italia (desde 1442) y partes de Grecia.

La Generalitat de Catalunya (el gobierno catalán) es una institución que tiene sus orígenes en las Cortes Catalanas del siglo XIII, que se reunían por petición del rey como representantes de los estratos sociales de la época.

En el 1469, con el matrimonio de Ferran II de Aragón y Isabel I de Castilla, las coronas de Aragón y Castilla se unieron. A pesar de ello, esta unión de coronas no resultó en una unión de los parlamentos u otras instituciones. En el 1641 después de la Revuelta de los Segadores, Pau Claris declaró la República Catalana. El efímero estado independiente, bajo protección francesa, resistió hasta 1652.

En los inicios del siglo XVIII, el conflicto internacional conocido como la Guerra de Sucesión Española acabó con la victoria de Felipe V de la casa francesa de los Borbones, al que se opusieron todos los territorios de la Corona de Aragón, especialmente en el Principado de Catalunya. Imperios como el Reino Unido y los Países Bajos lucharon junto a los catalanes, que defendían las aspiraciones al trono del Archiduque de Austria Carlos III. Los aliados retiraron sus fuerzas en el 1713 (bajo el Tratado de Utrecht), pero Catalunya continuó su lucha. Después de 14 meses de continuo bombardeo, Barcelona finalmente capituló frente al ejército franco-español. La consiguiente represión fue feroz. Felipe V abolió el estado catalán y el resto de la Corona de Aragón, gobernando mediante la ley absolutista castellana. Esta represión representa el nacimiento de España como estado unitario.

Desde 1714, los catalanes han disfrutado solamente dos veces del limitado autogobierno ofrecido por la ley española: durante la Segunda República (1931-1939) y a partir de 1977, cuando después de 36 años de dictadura del general Franco, la Generalitat fue restituida, legitimando el cuerpo de gobierno de Catalunya.

A partir de 1714, las ansias para recuperar el autogobierno catalán se convirtieron en una lucha compartida por la mayoría de los habitantes del país. Este deseo se hizo más evidente durante la Segunda República, manteniéndose de forma clandestina durante la dictadura de Franco. A pesar de ello, una vez muerto el dictador, Catalunya se convirtió en una autonomía regional en el 1978.

En el 2005, el parlamento catalán aprobó una reforma del Estatuto de Autonomía con el apoyo de 120 parlamentarios (sólo 15 votaron en contra), por el cual se reconocía a Catalunya como una nación, daba a la lengua catalana prioridad sobre la lengua española, definía nuevas áreas de competencias exclusivas y establecía un nuevo órgano para la recaptación de impuestos. Sin embargo, y finalmente en mayo de 2006, una versión rebajada del Estatuto de Autonomía catalán fue aprobada en el Congreso y el Senado. Esta reforma fue ratificada en un referéndum catalán en junio de 2006 con una participación por debajo del 50%.

Esta reforma fue llevada al Tribunal Constitucional español por Mariano Rajoy (líder de la oposición conservadora en ese momento) y en 2010 el Tribunal Constitucional español decidió modificar el Estatuto catalán reescribiendo 14 artículos y dictando la interpretación de otros 27 artículos, sobre todo aquellos relacionados con la lengua, la justicia y la regulación financiera. La definición de Catalunya como “nación” fue privada de cualquier significado legal y los idiomas catalán y español debían tener el mismo estatus. Esta decisión facto rompió el acuerdo constitucional entre Catalunya y España de 1978. Este recorte de derechos, junto a la publicación por primera vez en la historia española de las contribuciones fiscales de todas las regiones (que demostraba que -como mínimo- un 8,7% del PIB catalán se gastaba fuera de Catalunya), condujo a los catalanes a la primea manifestación masiva en Barcelona bajo el lema “Som una nació. Nosaltres decidim!” (“Somos una nación. ¡Nosotros decidimos!”) en julio de 2010. La opinión pública catalana a favor de un referéndum sobre la independencia fue creciendo y desde entonces, muchos catalanes a favor de la independencia se han manifestado en cada 11 de septiembre (la Diada, el día nacional de Catalunya) en manifestaciones masivas para atraer la atención nacional e internacional a su causa, en las que han participado entre uno y dos millones de personas de forma sistemática.

A nivel político, en el año 2012 el presidente Artur Mas reclamó un nuevo acuerdo financiero con Madrid, a lo que el presidente español respondió que la propuesta era “contraria a la Constitución”. Después de las elecciones en Catalunya de noviembre de 2012, los partidos favorables a un referéndum ocupaban el 80% de los asientos, y un acuerdo para un referéndum fue debatido, aunque negado por el Congreso Español en abril de 2014. A pesar de la prohibición del Constitucional, el presidente catalán Artur Mas convocó un referéndum informal no vinculante (nombrado “proceso de participación ciudadana”, por el que fue posteriormente inhabilitado de la función pública) dónde 2,3 millones de catalanes (37% de participación) votaron, con un 80,8% demostrando su apoyo a la independencia.

Las elecciones en el parlamento catalán de septiembre de 2015 fueron de facto presentadas como elecciones plebiscitarias, con una victoria de las fuerzas independentistas con el 48% de los votos y una mayoría absoluta (los partidos españolistas obtuvieron un 39% del voto). Carles Puigdemont acabó siendo elegido nuevo presidente de Catalunya, y de nuevo intentó negociar unas nuevas finanzas catalanas y un referéndum de autodeterminación, ambos rechazados por el gobierno de Madrid.

En septiembre de 2017, el parlamento catalán aprobó una ley de referéndum, mediante la cual se convocaba para el 1 de octubre un referéndum de autodeterminación. También se aprobó una ley que regularía la transición si ganaba la opción del “Sí”. El gobierno central de Madrid llevó ambas leyes al Tribunal Constitucional, que dictó su suspensión inmediata. A pesar de los arrestos de responsables del gobierno catalán y de la violencia de la policía española -que causó 1.066 heridos- con el objetivo de suprimir el voto e incautar urnas, el referéndum tuvo lugar con una participación del 43% y el 90% del voto del “Sí”, votando el parlamento catalán en el 27 de octubre por la constitución de una República Catalana.

Política

Catalunya tiene una de las tradiciones parlamentarias más antiguas de Europa. Durante el siglo XI, una forma primitiva de sistema parlamentario ya existía en Catalunya: la Asamblea de Paz y Tregua. Formada por campesinos y clérigos, tenía como objetivo limitar los poderes de los señores feudales. Años más tarde, en el 1283, uno de los primeros parlamentos fue creado: las Cortes Catalanas. Éstas se basaban en un sistema de pactos que prohibía al rey promulgar constituciones o tasar nuevos impuestos sin la autorización de tres estamentos: el militar, la iglesia y la nobleza.

Esta tradición parlamentaria, democrática y consensual siempre ha guiado Catalunya al tratar de solventar los problemas derivados de su relación política con España. La solución que el gobierno de Catalunya ha propuesto repetidamente al gobierno de España desde 2012 es el de un referéndum vinculante según la legislación internacional y las Naciones Unidas. Esta propuesta siempre ha sido rechazada.

Catalunya inició en el 2012 un proceso independentista (comúnmente referido como “el proceso”) como vía para ganar la independencia a través de un referéndum vinculante.

Catalunya ha intentado repetidamente encontrar puntos de encuentro con España desde que perdió sus derechos en el 1714. Muchos catalanes creen que esto ya no es posible y ven la República Catalana como la forma de garantizar sus derechos políticos y civiles. El problema se ha agravado en el último año con la injustificada represión y violencia en ocasión del referéndum del 1 de octubre y la encarcelación de los líderes civiles y políticos de Catalunya.

Lengua

El catalán es el idioma propio de Catalunya. En el siglo IX, se desarrolló a partir del latín y forma parta de la rama de las lenguas románicas junto al francés, portugués, italiano o español. Catalán, occitano (hablado en el Valle de Arán) y español son lenguas oficiales en Catalunya.

El catalán es hablado en un área de más de 68.000 Km2 en cuatro estados diferentes: Andorra, España (Catalunya, Valencia, Islas Baleares y el este de Aragón), Francia (Catalunya del Norte) e Italia (en la ciudad de Alguero en Cerdeña).

Alrededor de 10 millones de personas hablan catalán activamente y unos 12 millones lo entienden. Es la 9ª lengua más hablada de la Unión Europea.

El 2% de la población de la UE habla o conoce el catalán, más que en los idiomas danés, finlandés, letón, esloveno, irlandés, lituano o maltés. A pesar de ello, el catalán no es una lengua oficial en la UE debido a la oposición de España.

Con la dictadura de Franco, el catalán estaba absolutamente prohibido en el ámbito educativo, oficial y público. Este es el motivo por el cual generaciones enteras que no han recibido escolarización en catalán tienen problemas para escribirlo. En los años 80, después de la muerte de Franco, el catalán fue restaurado como lengua principal del sistema educativo catalán con la metodología de la “inmersión lingüística”.

Con la inmersión lingüística, cada persona (adultos y niños) tiene a su alcance todos los recursos para aprender catalán y español. Como resultado, nadie puede ser discriminado por motivos lingüísticos, sirviendo la lengua como herramienta básica para la comunicación, así como herramienta de cohesión social.

El modelo catalán de inmersión lingüística es un caso de estudio para comunidades educativas alrededor del mundo, excepto en España, dónde es periódica y sistemáticamente sujeta al debate político en base a prejudicios sin base científica.

Economía

Desde 1988, Catalunya ha sido uno de los 4 Motores de Europa; junto al land alemán de Baden-Württemberg, la Lombardía italiana y la región francesa de Auvernia-Ródano-Alpes. Por un largo periodo, Catalunya ha encabezado el ranking de regiones españolas en términos de su aportación al PIB de España. Actualmente, la contribución catalana corresponde al 19% del total del PIB español, seguida por la comunidad de Madrid.

Según las cifras de la tesorería española, el déficit fiscal de Catalunya (la diferencia entre el dinero mandado a Madrid y el dinero que recibe en retorno y es invertido en Catalunya) alcanzó los 16.570 millones de euros en 2014, equivalente al 8,4% de su PIB, según un estudio de 2018 y publicado por el gobierno catalán.

Según el estudio, Catalunya contribuyó con el 19,5% de los ingresos de la administración central y la Seguridad Social, pero recibió solamente el 14% del gasto de la administración central y de la Seguridad Social (la población catalana es el 16% de la población española; el PIB catalán es el 18,9% del PIB español). Excluyendo pagos de la Seguridad Social, Catalunya contribuyó con el 19,7% de los ingresos de la administración central y recibió solamente el 11,1% de los gastos. Esto significa que retorno de cada euro pagado en impuestos al gobierno central es de 56 céntimos. De cada euro, 44 céntimos no son gastados en Catalunya.

Incluso si utilizamos un criterio menos estricto (por ejemplo, con la consideración que todos los gastos de los ministerios centrales en Madrid benefician equitativamente a todas las regiones de España), el déficit fiscal de Catalunya en el ejercicio de 2014 fue de 11.590 millones de euros. Esto representa el 5,9% del PIB.

En el Estado español, estos flujos fiscales no pueden ser atribuidos en exclusiva a una política redistributiva. Existen regiones que no sufren déficit fiscal (País Vasco y Navarra); hay regiones ricas como Aragón, Cantabria y la Rioja, que tienen superávit fiscal (reciben transferencia neta de recursos). Y finalmente, regiones pobres (con un PIB más bajo que la media) que tienen déficit fiscal. El sistema de financiamiento regional y las políticas del gobierno central son los principales responsables de estos resultados.

La economía catalana creció un 3,4% en 2017, sólo una décima menos que en los años 2016 y 2015. El crecimiento del PIB catalán supera en tres décimas la media española y excede la media de la zona euro por un punto. Los resultados de los últimos tres años (3,5% en 2015, 3,5% en 2016 y 3,4% en 2017), junto con los resultados obtenidos en 2014 (2,3%), representan un periodo de fuerte crecimiento para la economía catalana.

Muchas empresas extranjeras han visto en Catalunya y especialmente en Barcelona, el lugar perfecto para asentarse con el objeto de tener presencia en el sur de Europa. Actualmente, hay 8.642 empresas con al menos un 50% de capital extranjero, provenientes de 89 países diferentes; con Alemania, Francia y los Estados Unidos como principales países inversores. Catalunya es de lejos el territorio que más exporta de España, representando un cuarto de los productos vendidos en el extranjero en el 2016 y en el primer trimestre de 2017. Catalunya atrajo un 14% de las inversiones extranjeras en España en el 2015.

Desde 1986, con la integración al mercado de la UE, así como con la liberalización del comercio internacional, la importancia del mercado español para Catalunya se ha visto reducida. En el 2017, con unas exportaciones récord de 70.828 millones de euros, las ventas a mercados extranjeros representaron el 64,5% del total de ventas exteriores catalanas, mientras que las ventas a España representaron solamente el 35,5%. Las exportaciones catalanas representan el 25,6% del total de exportaciones españolas.

Catalunya, una economía exportadora, necesitaría una inversión pública complementaria para su industria exportadora, con el objetivo de mejorar la competitividad de sus firmas en un mundo globalizado. A pesar de ello, el gobierno central ha discriminado sistemáticamente proyectos como la conexión ferroviaria de mercancías con Francia o el corredor mediterráneo, en favor de proyectos que favorecen los intereses políticos de las élites del gobierno central, especialmente desde la perspectiva electoralista.

El caso de Catalunya en España es un buen caso de estudio de las fuerzas económicas que influyen en la creación y disolución de naciones. El equilibrio de estas fuerzas ha cambiado debido a la globalización y al desarrollo de bloques regionales. Fuerzas centrípetas, empujando hacia una desintegración, han sido reforzadas. En el caso de Catalunya, el sistema de redistribución regional es un factor clave que explicaría la creciente desafección de la población catalana, aunque los factores políticos y culturales también son muy importantes.

Desde finales de la década de los 90, tanto los conflictos de competencias como la financiación insuficiente y los nuevos desafíos a los que se enfrentan la lengua y la cultura catalana en un mundo globalizado han alimentado un aumento del sentimiento independentista. El fracaso en la implementación de un nuevo Estatuto de Autonomía ha sido un elemento clave para el éxito electoral del movimiento independentista.

Sociedad

Ha habido varios momentos en la historia en los que Catalunya ha dado la bienvenida a gente de alrededor del mundo y queremos que esto continúe ocurriendo.

En Catalunya, creemos que la diversidad es esencial en una sociedad con un pensamiento rico y crítico al trabajar, compartir y vivir conjuntamente, y sobre todo, aprendiendo los unos de los otros cómo hacer una sociedad mejor.

Muchos catalanes sienten que España no les permite desarrollar políticas sociales que el Parlamento de Catalunya aprueba. Leyes referidas a pobreza energética, cambio climático, igualdad de género, sanidad universal, tasas audiovisuales y la bienvenida de refugiados han sido sistemáticamente derogadas por los tribunales de justicia españoles.

Cultura

Deportes, música, gastronomía, pintura, literatura… Catalunya sobresale en diversas actividades, desde las más disciplinarias a las más creativas; es el resultado del “seny i la rauxa” que han construido el carácter catalán.

Nombres como Kilian Jornet, Pep Guardiola, Mireia Belmonte, Xavi Hernández, Laia Sanz, Pau y Marc Gasol, Ona Carbonell, Ricky Rubio, Carles Puyol, Gemma Mangual, Marc Márquez, Pol y Aleix Espargaró y Dani Pedrosa sobresalen en disciplinas como escalada, fútbol, motociclismo, básquet y natación; muchos de ellos campeones mundiales. Son sólo un ejemplo de todo el talento deportivo que existe en Catalunya.

Por el otro lado, la sensibilidad de Pau Casals con su violonchelo y su compromiso desde el exilio con el país durante el periodo de postguerra, es un valor para todos los que viven y trabajan en Catalunya.

Dalí, Miró, Casas, Tàpies y Picasso todos ellos son artistas que se han imbuido de la creatividad catalana. Cada uno interpretó la realidad desde Catalunya, siendo a través del surrealismo, abstracto, dadaísmo, modernismo o vanguardismo.

La creatividad también se manifiesta en la arena culinaria. Muchos de los principales restaurantes en el mundo se encuentran en Catalunya: los hermanos Adrià, los hermanos Roca y Carme Ruscalleda se encuentran entre los chefs catalanes de renombre internacional.

Cada identidad consiste en varias tradiciones culturales. Algunas han cruzado fronteras y son conocidas más allá de los países catalanes. Sant Jordi, el festival del libro y la rosa; la Castanyada, la interpretación catalana de la tradición de Halloween (mucho más dulce, por cierto); el Caga-tió, el tronco que come por navidades y trae regalos a los niños cuando le atizan. Y qué decir de los castellers, torres humanas de hasta cinco niveles organizadas por hasta 300 personas que son patrimonio de la humanidad. Una metáfora de Catalunya, sin duda.